Hace seis  meses, el FMI preveía que 160 países crecerían en 2020. Ahora, en cambio, la perspectiva es que 170 países decrecerán este año. Su Directora General ha compartido, en su discurso “Afrontar la crisis: Prioridades para la economía global”, que nos enfrentamos a una crisis sin precedentes, con una incertidumbre extraordinaria en torno a las perspectivas: “podrían empeorar en función de muchos factores variables, incluida la duración de la pandemia.”

Se califica como una crisis incierta. Sin embargo, ¿realmente no se podía prever?

Bill Gates en TED 2015 The next outbreak? We´re not ready compartía que en 2014 se había evitado que el Ébola se expandiera a nivel global, gracias a miles de personas del Sistema Sanitario, y, francamente, a algo de muy buena suerte. Sugería poner todas las buenas ideas en práctica, desde la planificación de escenarios, la investigación de vacunas a la formación al personal sanitario: “No hay que entrar en pánico … pero necesitamos ponernos en marcha.”

Más recientemente, el 18 de octubre del 2019, The Johns Hopkins Center for Health Security, en colaboración con el World Economic Forum y Bill and Melinda Gates Foundation, se juntaron en un hotel de Nueva York para llevar a cabo una simulación que llamaron Event 201. ¿Por qué 201?. Porque 200 es la media de eventos epidémicos cada año. Están creciendo y generan impacto tanto en la salud, como en la economía y en la sociedad.

En esa habitación se vivió cómo un coronavirus, que comenzaba en una granja de cerdos en Brasil, explotaba en las megaciudades latinoamericanas, viajaba hasta Portugal, Estados Unidos y China. Sin posibilidad real de obtener una vacuna en 18 meses, el 90% de la población mundial acababa siendo potencial víctima de esta nueva enfermedad, generando 65 millones de muertes.

Entonces, ¿por qué seguimos centrándonos en cuestiones menores y no en los posibles sucesos grandes e importantes?

Nassim Nicholas Taleb ya abordó esta cuestión en 2006 en su libro “El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable”. Antes del descubrimiento de Australia, los Europeos estaban convencidos de que todos los cisnes eran blancos, una creencia irrefutable pues parecía que las pruebas empíricas la confirmaban en su totalidad. La visión del primer cisne negro ilustra la grave limitación de nuestro aprendizaje a partir de la observación o la experiencia, y la fragilidad de nuestro conocimiento.

Un cisne negro es un suceso caracterizado por tres atributos:

• Raro, pues está fuera del territorio de las expectativas “normales”.
• Genera un gran impacto.
• Predecible, retrospectivamente.

El autor, que se autodefine como matemático empírico y analista de comportamiento económico de los seres humanos, defiende una idea central: Nuestro mundo está dominado por lo extremo, lo desconocido y lo improbable. Y, sin embargo, disponemos de un manual de usuario equivocado. Vivir, hoy en día, requiere de mucha más imaginación y curiosidad intelectual, actitud abierta y crítica con las creencias absolutas. Llega incluso a pedir la cancelación del Premio Nobel de Economía, “porque el daño de las teorías económicas puede ser devastador.”

Recomiendo su lectura, por lo que no voy a descubrir la riqueza de su contenido epistemológico. Lo he releído 14 años después, y he re-encontrado numerosas aplicaciones al mundo de las organizaciones: públicas, privadas, tercer sector, grandes, pymes, … fondos de inversión y startups.

Sólo apuntar que lo que separa el éxito del fracaso, en este mapa que no siempre coincide con el territorio real, es la suerte. Un gran profesor que tuve, me dijo que la suerte es la conjunción de preparación y oportunidad. ¿Nos preparamos para los siguientes Cisnes Mínimo Viables?

SOBRE JORGE

Jorge Garcia del Arco es co-fundador y coordinador AQUADAT, startup cuyo objetivo es transformar datos de calidad del agua en información útil para toma de decisiones. Este proyecto ha sido MIT Water Innovation Prize finalist, Galileo Master finalist y Seal of Excellence H2020 Green Deal.